Como sé que algunos os quedasteis dormidos mientras contaba el cuento de miedo, he decidido transcribirlo para que podáis leerlo todos los que queráis. Ahí va:
—Por aquí,
chicos. Este es un buen sitio –dijo Álvaro señalando una zona despejada del
césped—. Tumbémonos aquí.
Todos los
presentes (Raquel, Juanito, Andrés, las dos Luisas, José Daniel, Marta, Rosie,
Javier, Almudena, Martín y Carlos) hicieron lo que Álvaro dijo y se tumbaron
sobre el césped junto a él como mejor pudieron.
—Muy bien, ahora
que estamos todos tumbados y cómodos, haréis lo que yo diga y solo hablaréis
cuando yo diga, ¿de acuerdo?
—Sí –respondieron
todos.
—Vale, ahora
quiero que miréis el cielo nocturno. ¿Veis las estrellas?
—Sí –volvieron a
contestar todos al unísono.
—Perfecto.
Quiero que penséis en lo antiguas que son las estrellas: ya llevaban ahí desde
muchísimo antes de que se creara nuestro planeta. Todo lo que hay en la Tierra,
todo lo que somos, todo lo que ha sucedido, ellas lo han presenciado. Ellas lo
saben todo. ¿Me entendéis?
—¿Qué tienen que
ver las estrellas con un relato de zombis? –preguntó uno de lo presentes.
—Es para crear
ambiente. No lo cuestiones –respondió Álvaro, molesto—: dejadme relatar la
historia como a mí me parezca, chicos.
—Ok.
—Muy bien. Tras
hacer que os deis cuenta de lo muy insignificante que somos en comparación con
la eternidad de las estrellas, comenzaré el relato –dijo Álvaro antes de
aclararse la voz y empezar la narración que todos ansiaban oír—: La historia de
la que os voy a hablar transcurre aquí, en el CEULAJ de Mollina. Se trata de un
hecho real que sucedió durante la Primera Escuela de Verano para Jóvenes
Escritores, en 2005.
—La primera
escuela de verano fue en 2006 –apuntó una voz junto a Álvaro.
—Eso es lo que
te han hecho creer… –dijo el narrador con voz tétrica—: todo comienza la tarde
en la que yo me entero de que voy a participar en la Escuela de Escritores de
2012, y empiezo a buscar información sobre Mollina, el CEULAJ y todo en
general. Hasta aquí parece muy normal, ¿no? Bien. Resulta que, navegando por
Google, entro en un foro de estos frikis chungos de los que siempre tratan una
teoría de la conspiración. Esta página trataba sobre algo, un rumor que corre
por ahí, sobre una serie de cosas horribles que sucedieron aquí, en el CEULAJ
en 2005. Tras leerme todo lo que ese foro explicaba a modo de historia
disparatada, me interesé por el tema y decidí investigarlo a fondo. Descubrí el
paradero de los tres protagonistas de la historia: Ángel, María y Antonio. Los
tres estaban recluidos en un psiquiátrico en las afueras de Sevilla. Tuve
suerte de poder contactar a través de Internet con el último, Antonio, quien me
relató los hechos tal y como él los vivió. No pude preguntar a María ni Ángel
porque los dos estaban locos irremediablemente: ella permanecía siempre atacada
de los nervios, incapaz de hablar o pensar ya coherentemente; él, por el
contrario, había desarrollado bipolaridad, y tan pronto no recordaba nada de lo
sucedido, como de repente le venía todo a la memoria y se volvía muy agresivo.
Por ello, como digo, solo pude hablar con Antonio, y su testimonio me pareció
escalofriante.
» Tiempo atrás,
en 2005, la Consejería de Cultura había decidido organizar la Primera Escuela
de Verano para Jóvenes Escritores. Como estaba en fase “experimental”, esta
solo duró cuatro días y a ella asistieron únicamente quince alumnos. Ya veis
que eran la mitad que nosotros. Pues bien, de este grupo, los más mayores eran
Ángel y María, de dieciséis años. Ellos y su amigo Antonio (un chico más o
menos como Martín) –aclaró Álvaro, al tiempo que Martín volvía a abrir los ojos
al escuchar su nombre—, de catorce, eran los que podrían denominarse “la cabeza”
del grupo. Todos los días transcurrieron alegres y los muchachos se lo pasaron
como nunca, igual que nosotros. Pero la alegría no podía durar demasiado tiempo…
El tercer día se inauguró la piscina del CEULAJ. Era una piscina mucho más
grande que la de ahora, y por aquel entonces se encontraba junto al
lago-estanque. Para celebrarlo, dieron a los chicos el día libre para que lo
pasaran íntegramente en la piscina. Fue un gran día, sin duda alguna. A las
nueve en punto, los monitores dejaron la piscina y dijeron a los chicos que
salieran también al cabo de un rato, dado que la cena se serviría en breve.
Cuando los monitores se hubieron marchado, los chicos hicieron lo que les habían
dicho. Bueno, casi todos. Dos de ellos, un chico y una chica, decidieron
saltarse la cena y quedarse en la piscina para… para… ya sabéis, ¿no?
—¿Para hacer
cosas? –preguntó alguien.
—Sí. Para darse
el lote, vamos… –añadió Álvaro.
—¡Ay! Esto me
interesa –exclamó Carlos, haciendo reír a todos los presentes.
—Bueno, bueno.
¿Por dónde iba?
—¡Por el
lengüeteo! –volvió a exclamar Carlos.
—Vale, vale…
Como iba diciendo, estos dos jóvenes se quedaron allí para hacer manitas y
otras cosas mientras que el resto se marchaba a cenar, dedicándole a la pareja
los típicos “Iros a un motel” o “Que corra el aire” y esas cosas, riendo.
Durante la cena no ocurrió ningún incidente reseñable, y nadie se preocupó
verdaderamente por los dos chicos de la piscina, salvo María, que era amiga de
la muchacha y le extrañaba que tras una hora esta no regresara. Todos los demás
del grupo intentaron tranquilizar a María restándole importancia al asunto,
diciendo que habrían perdido la noción del tiempo, y que ir a buscarlos podría
ser violar su intimidad. No ocurrió nada mientras que el sol aún despuntaba por
el horizonte, pero en cuanto que se hizo de noche cerrada, justo cuando la hora
de la cena había terminado y los cocineros se habían ya marchado del CEULAJ,
todos pudieron escuchar con total claridad un grito desgarrador, procedente de
la piscina. María supo inmediatamente que se trataba de su amiga, e instó a
Ángel y a los demás a que la acompañaran corriendo a ver qué demonios pasaba.
Mientras que unos avisaban a los monitores, el resto, incluidos María, Ángel y
Antonio, se dieron prisa para llegar hasta la piscina. Los gritos no cesaban, y
a los de la chica se habían sumado unos desgarradores aullidos de dolor que
parecían ser emitidos por su pareja, hasta que al poco tiempo ambas voces se
apagaron repentinamente. Cuando llegaron a la piscina, vieron un escenario
dantesco, horroroso: la chica permanecía en el suelo, sin conocimiento y
convulsionando. En cuanto al chico, de él no quedaba más que un aterrador
reguero de sangre que teñía de rojo el agua de la piscina. Había desaparecido.
»Todo el mundo
se dispuso a tratar de encontrarlo, buscando por todos lados, al tiempo que los
demás trataban de reanimar a la chica, sin resultados en ambos casos. Los
monitores llegaron y pudieron ver tan dramática escena en persona: la niñas
llorando desconsoladas, María tratando de que su amiga reaccionara, Ángel y
Antonio dirigiendo la búsqueda del chico desaparecido… y esa horrible mancha de
sangre, que ya lo decía todo. Los monitores se hicieron cargo de la situación
inmediatamente, cogiendo en brazos a la chica desmayada y pidiendo al resto de
los chicos que abandonaran la piscina. Al salir del recinto vallado, Antonio pudo
ver una especie de foso u agujero profundo en el césped junto a la piscina, y
que antes no había estado allí, aunque en realidad no le dio importancia en ese
momento, y salió corriendo detrás de los monitores. Estos hicieron que todo el
grupo se encerrara en la sala común del módulo de las chicas, y les ordenaron
que no salieran bajo ningún concepto. Tal vez hubiera alguna clase de animal o
perro salvaje enfurecido, quizá un galgo rabioso, que fuera el causante de la
desaparición del chico de la piscina y que puede que aún merodeara el CEULAJ.
Los muchachos hicieron lo que los monitores les pidieron, y se quedaron allí
encerrados mientras que los últimos llevaban a la chica desmayada a la
enfermería y luego iban a recepción para hacer múltiples llamadas.
»El tiempo
pasaba, y aunque el grupo trataba de matarlo jugando a un juego que consistía
en inventar historias, comenzaron a preguntarse por qué demonios no regresaban
los monitores. Pasó una hora, y luego dos. Era medianoche y no tenían noticias
de nadie. Además, todos sabían muy bien que en el CEULAJ solo se encontraban
ellos y los monitores, no como nosotros, que hoy tenemos a un grupo de hippies
por aquí… –apuntó Álvaro— Como digo, estaban ellos absolutamente solos y no
había ni rastro de los monitores.
»Conforme la
situación se tornaba insostenible y desesperanzadora, muchos miembros del grupo
comenzaron a pensar que permanecer allí, encerrados en el módulo sin hacer nada
no era buena idea. Ángel, María y Antonio habían estado hasta entonces
controlando la situación he intentando que todos hicieran caso a lo que los
monitores habían dicho: debían permanecer en la sala común sin hacer ruido,
todos juntos. Sin embargo, en poco tiempo los partidarios de salir al exterior
eran muchos más que los de quedarse, y la mayoría optó por probar suerte a ver
si alcanzaban la recepción y podían hacer algunas llamadas de auxilio. Ángel y
María, aunque seguían pensando que salir era una locura, no podían dejar
moralmente, como los mayores que eran del grupo, que sus amigos y compañeros
abandonaran el módulo sin su ayuda, y por ello ambos decidieron acompañarlos.
Antonio también quiso salir para no separarse de sus dos amigos, pero ellos le
pidieron que se quedara en la sala común junto a los cuatro niños más pequeños
(de diez años los cuatro, como Lola). Antonio accedió a lo que María y Ángel le
pidieron y finalmente se quedó atrás en el módulo con la misión asignada de
proteger a los niños pequeños. De esta manera, Antonio vio a todos los demás
miembros del grupo salir al exterior y, a través de las ventanas de la sala
común, observó como estos se movían cuidadosamente y muy despacio, atravesando
el patio de albero del módulo, hasta que se perdieron de vista al cruzar hacía
recepción.
»De esta manera,
Antonio se quedó completamente solo junto a los cuatro peques, intentando
distraerlos continuando el juego de inventar historias. Los niños parecieron
olvidarse poco a poco de la gravedad del asunto, pero el temor de Antonio no
dejaba de aumentar a medida que el tiempo transcurría desde que sus amigos
abandonaron el módulo. Cuando pasaron exactamente otras dos horas y el reloj
dio las dos en punto de la madrugada, Antonio y los niños se sobresaltaron al
oír múltiples gritos, cada vez más cercanos. Interrumpieron el juego se
asomaron a las ventanas de la sala común, intentando distinguir algo en la
oscuridad de la noche. Al cabo de unos minutos, Ángel y María aparecieron en la
distancia, seguidos por un tercer chico. Los tres venían sucios y con las ropas
desgarradas, como si se hubieran tropezado y caído al suelo en numerosas
ocasiones. Los tres chicos cruzaron el albero para llegar a la puerta del
módulo, que Antonio les había abierto. Fue entonces cuando Antonio se percató
de que un cuarto muchacho corría hacia su posición. Era un niño asmático que
hacía poco había estado muy enfermo, y que por ello sencillamente ya no podía
correr más. Pero eso no fue nada comparado a lo que apareció detrás de este
niño. De la oscuridad surgió la figura de un hombre adulto, terriblemente
delgado, enjuto, vestido con ropas negras ajadas, muy sucias. Cuando la luz de
las farolas incidieron de mejor manera sobre el hombre, Antonio pudo distinguir
sus horripilantes facciones: su cara estaba podrida; el hombre no tenía labios,
ni nariz, ni ojos. En el lugar donde debiera haber estado la nariz, solo había
un agujero negro de calavera; y donde debieran haber estado los ojos, solo dos
cuencas vacías, de negrura infinita, podían verse claramente. A Antonio le dio
un vuelco el corazón cuando instantáneamente reconoció a aquel ser como a una
de esas criaturas de sus comics y películas. No le cabía duda alguna de que
aquello era un zombi. No obstante, este zombi no se movía lentamente como se
espera de un zombi, sino que corría y saltaba a una velocidad de vértigo.
Debido a esto, el chico enfermo no logró escapar a tiempo antes de que el zombi
lo alcanzase, abalanzándose sobre él...
»Antonio cerró
las puertas del módulo y se encerró en la sala común con el resto de los
supervivientes. María y Ángel no paraban de decir una y otra vez que “todos
estaban muertos” y que “esas criaturas se los comían”. Antonio corrió las
cortinas de las ventanas y abrazó con fuerza a los cuatro niños pequeños, que
lloraban desconsoladamente. Él apretó sus cabezas contra su pecho para tratar
de taparles los oídos. No quería que oyesen lo que estaba sucediendo allí fuera…
Gritos. Aullidos. Cortar, rasgar, desgarrar. Sonido de masticación. Y un repugnante
chapoteo viscoso. Antonio se puso a cantar tan alto como pudo para evitar que
los niños oyeran todo eso. Era su deber protegerlos de aquella sinfonía
demencial que procedía del exterior. Por ello Antonio cantó durante dos horas
más, hasta que todo pareció quedar en silencio. Eran las cuatro de la madrugada
cuando Antonio decidió levantarse, después de que cada niño se hubiera
literalmente desmayado del sueño, aunque sin dejar de llorar en ningún momento.
Como digo, Antonio se incorporó, completamente empapado de las lágrimas de los
peques, y con dificultad, tropezando incluso del propio cansancio y del estrés,
descorrió ligeramente la cortina para poder ver qué pasaba allí fuera. Lo que
Antonio vio fue al zombi devorando aún los restos de carne y vísceras
sanguinolentas que permanecían en el suelo, donde una vez había caído del niño
enfermo. La arena del albero estaba teñida de rojo por la sangre, y a cada movimiento
de la criatura, se oía el incesante chapotear que hacía estando sobre el
abundante charco de sangre.
»A Antonio le
entraron arcadas, pero logró contener el vómito. La imagen era terrorífica,
pero lo verdaderamente aterrador estaba aún por llegar. Una figura surgió de la
nada por el lugar exacto de donde había aparecido el zombi de aquel hombre. La
nueva figura era femenina, pero también terriblemente delgada, famélica. La
mujer se hallaba completamente desnuda, salvo por algunos leves jirones de
sucia ropa que una vez había sido blanca. Tampoco tenía labios, ni nariz, ni
ojos tampoco. Era un segundo zombi que caminó hasta donde se hallaba el primero
y se dispuso a disfrutar del festín de carne humana. Tras ella, una tercera de
estas criaturas apareció también de improviso. Esta era, no obstante, un
pequeño niño vestido de época con ropas desgarradas. Su cara estaba también
extremadamente desnutrida, cadavérica por completo, pero aún poseía ojos, unos
ojos tristes, vacíos, sin vida. Al niño zombi le faltaba, sin embargo, la
mandíbula inferior, de manera que su lengua le colgaba de un modo desagradable…
—¡Igual que en
el WoW! –interrumpió Marta con una exclamación.
—Sí, igual que
en WoW –aclaró Álvaro—. Como decía, este pequeño niño zombi se unió a los dos
anteriores y comenzó a comerse los restos de carne que permanecían sobre el
albero…
—Es como una
familia zombie –dijo José Daniel.
—Más o menos.
—Dejad a Álvaro
continuar, por favor… –dijo Rosie, intrigada por el relato.
—Gracias Rosie.
Bueno, pues Antonio decidió entonces que ese era el momento para trasladar a
sus compañeros de la sala común, difícilmente defendible, a una de las
habitaciones. Con la llave de María, Antonio abrió la puerta de su cuarto y,
uno por uno, con cuidado de no despertarlos, llevó a los niños pequeños en
brazos en absoluto silencio. Luego arrastró con todas sus fuerzas a los otros
tres mayores. Imaginaos a Martín –al pronunciar de nuevo su nombre, Martín
levantó el brazo para señalarse a sí mismo— llevándome a mí o a Luisa por
ejemplo a rastras hasta una de las habitaciones del módulo. Todo ello para
ponernos a salvo, sacando fuerzas de la presión y la adrenalina del momento.
Sería algo así.
»En fin,
prosigo: he dicho que Antonio se atrincheró en una de las habitaciones junto a
todos sus compañeros. Pensó por un momento en encerrarse con todos en el cuarto
de baño para mayor seguridad, pero luego recapacitó, dándose cuenta de que si
los zombis entraban en la habitación y los acorralaban en el cuarto de baño, no
había más escapatoria que una pequeña ventana por la que con suerte solo
cabrían los niños más pequeños. Por eso prefirió quedarse en la estancia
principal. Si los zombis golpeaban la puerta, siempre podría abrir las ventanas
y salir al exterior para correr hasta un lugar seguro. Antonio rezó para que no
fuera necesario salir afuera, rezó con fuerza para que los zombis no lograsen
entrar en el módulo, y el tiempo pasó y pasó lentamente, pero sin que nada malo
sucediera. Cuando el reloj dio las seis y media y ya hubo amanecido, Antonio
decidió salir de la habitación para ver qué había pasado. En principio no oyó
nada de nada, y cuando se asomó a las ventanas de la sala común para ver qué
pasaba allá afuera, vio claramente cuatro cadáveres. Uno se correspondía a los
huesos masticados del niño muerto, los otros tres eran los de los zombis.
Resuelto a no permanecer ni un segundo más en el CEULAJ, pensando siempre en el
bien de los niños pequeños que estaban ahora a su cargo, Antonio salió con
mucho cuidado al exterior tras observar pacientemente a los tres zombis y
percatarse de que no hacían nada. Puede que todo fuera un truco orquestado por
zombis superinteligentes, pero Antonio volvió a pensar en los niños y poco a
poco se acercó a la criatura que tenía más cerca, el niño zombi, para
analizarlo con detalle. Este permanecía inerte sobre el suelo como un cadáver
normal y corriente, lo que en realidad siempre había sido. Justo en ese
momento, las cocineras, que acababan de llegar para preparar el desayuno,
aparecieron de la nada, llamando a voces a los supervivientes tras haber constatado
la muerte de los monitores y otros siete alumnos. Antonio corrió hasta ellas,
llorando, desahogándose tras todo lo vivido aquella noche, y abrazó con todas
sus fuerzas a la primera cocinera que lo vio acercarse, la que siempre le había
servido esas patatas fritas que tan poco le gustaban.
—A mi sí me
gustan las patatas fritas –dijo alguien.
—Pues a Antonio
no, y a mí tampoco –contestó secamente Álvaro—. En fin, como digo, las
cocineras se hicieron cargo de la situación y llamaron a las autoridades, a los
bomberos, a la guardia civil, etc, etc. Ese mismo día, el gobierno andaluz de
la Junta consultó la situación con el gobierno central, puesto que aquello se
le escapaba de las manos. Nadie quería que la catástrofe sucedida allí se
hiciera pública, puesto que el CEULAJ había costado muchísimo dinero a la
Comunidad Autónoma y lo último que se quería era que el centro se clausurase
hasta sabe Dios cuándo. Por ello, el gobierno central borró de sus archivos
cualquier referencia a la Primera Escuela de Verano para Jóvenes Escritores de
2005, retiró del caso a todas las fuerzas de seguridad del Estado, prohibió
expresamente a todas las cadenas de televisión públicas y sobornó a las
privadas para que aquello no saliera en las noticias, y ahogó mediáticamente,
llegando a chantajear incluso, a las familias de las víctimas y a las cocineras
que fueron testigos de la masacre. Los cuatro niños pequeños fueron convencidos
de que todo había sido una broma pesada y, en cuanto al destino de Ángel, María
y Antonio, pues se acordó que fueran recluidos en un centro psiquiátrico junto
al cuarto chico superviviente, que murió a las pocas semanas debido al trauma
sufrido. A Antonio, que era el más sano mentalmente y quien podrían significar
una amenaza para el gobierno, se le prohibió ponerse en contacto de ninguna manera
con el exterior, aunque él finalmente logró sobornar a sus loqueros para que le
dejaran conexión de Internet, para poder contar su historia.
»Cuando yo le pregunté
por cuál creía él que era el origen de aquellas tres criaturas, él rememoró
aquel agujero profundo en el césped junto a la piscina al que en un principio
no dio demasiada importancia. Basándose en el hecho de que una semana después
de lo sucedido se reformó el CEULAJ trasladando la piscina desde su
emplazamiento original hasta el actual, construyéndose en su lugar la pirámide
enigmática que tanto os gusta, Antonio cree que el gobierno autonómico
autorizó, a sabiendas de que lo que hacía era ilegal, la construcción de la
piscina en terrenos privados en los que una vez había habido un pequeño
mausoleo familiar. Si las obras se llevaron a cabo sin trasladar los cuerpos
con el fin de no gastar tiempo y dinero en trámites burocráticos y papeleo,
puede ser que los muertos vieran interrumpido su descanso eterno de manera
brusca, y que por ello se levantaran el día que se inauguró la piscina para
vengarse de los vivos durante una única noche, matando a cualquiera que se
cruzase en su camino antes de que saliera el sol y volvieran a no ser más que
huesos, carne y polvo inerte… –dijo Álvaro antes de dar por terminada la
historia de terror.
Dioos me eencantaa :) Esta super bien con las interrupciones que hicimos y eso jaja
ResponderEliminarAhora falta el videeo :P L<3
Gracias! ^^ Lo del video puede que tarde un poco más. Todavía tengo que buscar una manera de grabarme con el ordenador y tal, pero estoy trabajando en ello ;D
EliminarY yo que me quedé dormido cuando se transladaron a la habitación xDD
ResponderEliminarGenial, me ha encantado. Prepárate otra para el año que viene, te prometo que no me dormiré. Aunque tenga que ponerme esparadrapo en los párpados xDDD
Creo que me quedé frito justo después de señalarme. El año que viene me traeré parches de cafeína ;)
ResponderEliminar¿Hay de eso? Porque yo quiero, ¡pero para diario!
EliminarEn serio, os voy a prohibir que habléis de mí, vaya imagen van a tener los que no me conozcan -bueno, y los que me conozca- jajajajajaja siempre que sale mi nombre es para lo mismo jajajaja
ResponderEliminarP.D: el relato muy guay :)
Gracias. Y supongo que tienes razón, aunque yo solo he escrito lo que vosotros decíais xDDD
EliminarNo, si ya, si yo sólo me lo busco jajajajaja
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarme parece que falta lo de "si el terror y el humor son dos cosas que se pueden mezclar", "¡pero no en mi mundo!"
ResponderEliminarEs verdad, me descojoné con ese comentario xDD
Eliminar¡Es cierto! La verdad es que pensé ponerlo, pero no estaba muy seguro de cuándo lo dije exactamente y al final se me olvidó por completo añadirlo a la historia. Fallo mío xDD
EliminarMe encanta! Aunque no me quedé dormida, pero es que está genial!
ResponderEliminarRosie, creo que este concurso que nos ha recomendado Myriam te viene genial:
Eliminarhttp://www.guiadeconcursos.com/concursosliterarios/?p=2090#more-2090
Se llama Premios Gandalf 2012. ¡Yo que tú me apuntaría! (De hecho voy a enviar un relato sin dudarlo) ^^
Un abrazo
xDDD ¡Como en el WoW! Jofús, estoy enferma XDD la verdad es que el relato lo peta!! *^* Me dio pena perderme el final, pero tan agustito ahí todos en piña muriendo congelados y tal y cual xD pues era imposible resistirse êwe
ResponderEliminarA lo mejor ibais a convertiros en zombis y por eso teníais tanto frío!! XD Y ese concurso está super guay, estoy hablando por internet con otra fan de Tolkien, y auque no habla Espanol (graah, los ordenadores ingleses no tienen la enye)me está diciendo que participe porque he escrito varias historias ambientadas en Tierra Media en inglés. Aunque seguro que no gano, pero bueno...
ResponderEliminarBieeen menos mal que la has escrito Álvaro porque estaba frita por enterarme del final, que al final no la repetiste antes de irnos, y yo me la perdí cuando me quedé dormida en el sofá allí en el césped. AAh y muy chulo la alusión a Poltergueist o como quiera que se escriba, que nunca me acuerdo, que lo de la pirámide lo peta ;P Y lo de Gandalf mmola, yo quiero una estatuilla suya!! ;P
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