Los
niños están bien
Álvaro Pavón Romero
Despierta…
¿Estás bien? Creo que te diste un buen golpe en la cabeza. Pasear junto a los
edificios hoy por hoy es peligroso: muchas veces se desprenden ladrillos de las
cornisas y fachadas. Tranquilo; he curado tu herida.
Frunces
el ceño en gesto de duda, ¿eh? Tal vez sea la conmoción, o puede que me hayas
olvidado después de tres años… Soy yo; sí. ¿Me reconoces ahora, tío Gabe? Soy Bradley,
tu sobrino. No estás soñando, te lo aseguro: soy tan real como todo lo que te
rodea. ¡No, no te levantes! Sigue sentado; apoya la espalda contra la pared. No
es demasiado cómodo, pero ¿quién tiene comodidades hoy día, verdad?
¿Sabes?
Aún continua atormentándome el no tener idea de qué demonios pasó aquel día.
Dime, ¿tú tienes información al respecto? Lo único que yo recuerdo es ese terrible
estruendo, el suelo temblar bajo mis pies, a mamá abrazándonos a Bill y a mí… y
el crujir de las paredes. La casa se nos cayó encima. Mamá quedó atrapada.
¿Puedes imaginarte mi horror al separarme para siempre de ella, al escapar por
los pelos del derrumbe con mi hermano en brazos, solo para ver cómo, una vez en
la calle, todo se estba cayendo sobre nuestras cabezas? Parecía como si los
mismos cimientos del mundo se vinieran abajo. Bill se desmayó. Yo por poco me
desmayé. ¡Y luego nos cubrió aquella gigantesca nube de polvo, durante horas,
días! Y yo seguía abrazado a mi hermano pequeño; tenía miedo de que lo perdiera,
como perdí a mamá aquel día.
¿Que
dónde estaba mi padre? Trabajando, supongo. No lo hemos vuelto a ver. ¿Bill?
Sí, Bill está a salvo, conmigo. Jamás me he separado de él desde entonces. Los
primeros meses tuve demasiado miedo como para dejarlo solo durante mucho
tiempo, aunque ahora todo está mucho más calmado.
¿Que
a qué me refiero? Bueno, es una larga historia. Supongo que habrás venido en
busca de tu familia, ¿no? Tía Emily nos dijo que estabas al otro lado del país,
en viaje de negocios. Pensábamos que jamás te volveríamos a ver… Perdón, ¿qué
dices? Trata de hablar con más claridad, por favor. Sé que es difícil; tienes
la voz ronca y no has debido de beber agua en días. Ten, toma un poco de mi
cantimplora.
¡Ah,
ahora te entiendo! ¿Quieres saber dónde está tía Emily? ¡Triste destino…! Lo
siento, está muerta, muerta y enterrada. ¡Ya te he dicho que lo siento! Hicimos
todo lo que pudimos; créeme que sí… Cuando todo pareció amainar, aún a pesar de
que el cielo, con ese trémulo resplandor rojizo (no sé si tú lo viste durante
los primeros días) parecía que amenazaba con llover fuego, tomé a Bill en
brazos y recorrimos la ciudad en busca de supervivientes. La mayoría había
perecido en el derrumbamiento, como mamá; o desaparecido, al igual que papá. Al
menos todo nuestro vecindario estaba desierto. Alguna que otra figura inerte
sobre el suelo, pero nada más. Una de ellas era la señora Downie; no te
imaginas cómo de desfigurado estaba su cuerpo…
Cuando
por fin logré llegar a vuestra casa, yo había perdido toda esperanza. Registré
los escombros con ayuda de Bill, hasta que por fin encontramos lo que buscábamos:
tía Emily, Andrew y Jason. ¡Pobrecitos todos! Habían conseguido guarecerse bajo
el zaguán de la escalera. Al parecer había resistido el peso de la casa. El
ingenio humano nunca dejará de sorprenderme…
¡Calma
tío, calma! No te levantes, ya te lo he advertido. Sí, todos estaban
aparentemente bien; solo tía Emily mostraba un muy feo corte en el costado.
Pero conseguimos sacarlos de allí. Ella estaba, como es lógico, visiblemente
aterrada; y los niños no se separaban de ella. Jason cojeaba un poquito. ¡Qué
triste estampa! Cuando por fin nos guarecimos en un increíblemente estrecho
garaje, esperamos un día entero para ver si alguien venía en nuestra ayuda. Al
final nos dimos cuenta de que nadie vendría. La policía, los bomberos, el
ejército… Todos desaparecidos. Una prueba más de que los gobiernos son solo un
cruel placebo. Vivíamos creyéndonos tan a salvo de cualquier mal porque el
Estado nos “protegía”, y sin embargo, ¡cuán sorprendentemente fácil resultó
dinamitar el Estado llegada la hora!
Supuse
que lo que sucedió aquel día tenía que haber ocurrido, de algún modo, también
en el resto del país y (quién sabe) del mundo. ¿Qué otra explicación podía
haber para que nadie acudiera en nuestra ayuda? Desde entonces creo firmemente
en eso, y de momento nadie me ha probado lo contrario. Así pues, estábamos (y
seguimos estando) solos e indefensos.
Al
segundo día nos pusimos en marcha, considerando que la espera se nos estaba haciendo
insoportable. Fuimos al edificio del ayuntamiento; ya puedes imaginar que se
había venido abajo, como todo lo demás. Solo el salón de actos, con el techo
medio derruido, parecía sostenerse. ¡Qué indignante escena nos encontramos!
Niños; niños abandonados, huérfanos. Eran doce en total, de entre cinco y trece
años. Desorientados y hambrientos, los mayores nos contaron algo que me
revolvió las entrañas, entonces y ahora: en la confusión y el pánico, habían
acompañado a la multitud hasta el ayuntamiento y, tras una breve pausa para
tratar de razonar qué podía haber pasado, unos cuantos adultos resolvieron
marcharse junto a sus familias. Otros los siguieron, la mayoría huyendo en
desbandada de la ciudad, sin mirar atrás. Ellos rogaron que no los dejaran,
pero nadie reparó en que estaban solos, en que no encontraban a sus padres. Los
abandonaron allí, desconsolados.
¡Condenados
bastardos! ¿Cómo puede la humanidad ser tan mezquina? Nos merecíamos este horror
solo por hacer cosas como esa. Tras intercambiar unas palabras, tía Emily y yo decidimos
hacernos cargo de ellos. Pero necesitas saber que pasó entonces: la herida de
tía Emily se había infectado. Sepsis, es como la llaman. Tenía mala pinta desde
el primer momento. Fuimos hasta el hospital más cercano, y registramos las
farmacias, pero apenas sí quedaban en pie algunos ladrillos, y aquellas farmacias
que aún eran accesibles, habían sido saqueadas por los adultos cuando
abandonaban la ciudad. No pude hacer nada, por lo que tía Emily murió… El
desconsuelo de Andrew y Jason, tan jóvenes los dos y ya huérfanos, me desgarró
el corazón. Yo, con apenas diecisiete años, me hice con la situación y “adopté”
a todos los huérfanos. Ellos son mis hermanos, y yo el suyo.
Tuvimos
suerte: la antigua estación de tren, aquella abandonada a la salida de la
ciudad, estaba en pie y parecía mantenerse razonablemente bien. Hicimos de ella
nuestro hogar. Entramos en algunas casas (las ruinas de algunas casas, mejor
dicho) así como también en algunos pequeños comercios que habían eludido el
saqueo, y nos aprovisionamos bien. El primer invierno fue duro, por supuesto,
pero nos hicimos con varias mantas gruesas y bolsas de agua que rellenábamos en
el arroyo cercano que pasa junto a la carretera de la Iglesia, y que calentábamos
en hogueras improvisadas.
Sí,
aprendimos a hacer fuego, ¿no es increíble? En estos tres años hemos tenido
mucho tiempo para aprender cosas útiles. De lo que más orgulloso me siento es
de haber sembrado un huerto durante el primer verano, que nos está dando
sustento junto a las pocas latas en conserva que podemos encontrar aún de vez
en cuando. También fue una idea hervir el agua antes de beberla: el arroyo baja
asqueroso y no me fio de lo que pueda haber arrastrado allá arriba, en su
nacimiento…
El
ocio es un poco más complicado, pero bueno, hacemos lo que podemos. A los niños
les gusta especialmente que les cuente Peter
Pan (inventado un poco a mi manera cuando no recuerdo todos los detalles);
y es que se sienten identificados con los niños perdidos: tampoco ellos quieren
crecer. A los más pequeños les enseño a leer y a escribir (es especialmente difícil
sin los materiales adecuados, pero aun así nos las arreglamos), mientras que a
los mayores, que este invierno cumplirán los quince (incluido Andrew), les
enseño filosofía. ¿Te lo puedes creer? Supongo que estos niños son mucho más
receptivos cuando no disponen de videojuegos o televisión. Sea como sea, saben
a la perfección quiénes son Sócrates, Platón, Aristóteles, Kant, Locke… ¡y les
gusta!
Y
a mí me gusta enseñarles a creer en la libertad; es lo único que nos queda
¿no? ¿No es cierto que ahora seamos
verdaderamente libres? Sin escuela, por ejemplo: yo les enseño todo lo que
necesitan saber, y ellos me enseñan cosas a mí. Los quiero profundamente, y me
enorgullece haber creado una pequeña comunidad sana y próspera. Los errores del
pasado (gobiernos corruptos y populistas, Estados opresores, oclocracia…) han
sido desterrados de nuestros recuerdos. También la democracia ha desaparecido,
ese pernicioso sistema que tanto odio… ¡Nosotros somos verdaderamente, libres,
sin amos ni señores, electos o no! Nuestro grupo de dieciséis personas se
compone (y yo se lo repito a ellos hasta la saciedad) de individuos libres, no
de esclavos o votantes. Y ellos me responden que quieren que sea su rey, ¡qué
adorables son, y les amo por ello! Pero no; lo que les conviene es dejarme seco
de conocimientos, hasta que no me necesiten para nada. Todo lo que yo sé se lo
muestro a ellos, y no les guardo nada, para que no puedan depender de mí.
Es
una utopía. A veces miró a las estrellas en la noche, rodeando la hoguera junto
a ellos, y me pregunto si el desastre no fue una segunda oportunidad…
¿Qué
dices? No, claro que echo de menos a mis padres. Los sigo queriendo, pero no
quiero que mis niños se acuerden de los suyos. ¿Para qué, si tal cosa solo
puede traerles dolor, como me lo trae a mí? ¿Necesitan acaso recordar cómo sus
padres quedaron sepultados vivos, o desaparecieron entre la multitud para
siempre? No. Les he enseñado a mirar hacia el brillante futuro que tenemos
delante, lejos del dolor. Todos os
han olvidado. Por fin todos juegan y ríen de nuevo tras el horroroso primer
invierno, al que no creí que sobreviviríamos (otro milagro). Son libres:
cultivan lo que comen, hierven el agua que beben, leen lo que quieren, llegan a
acuerdos mutuamente beneficiosos cuando es necesario, son generosos y solidarios
sin necesidad de pagar impuestos, y filosofan.
¿Por
qué me miras así? ¿Acaso no lo entiendes? Me lo temía… Por última vez; no te
levantes, tío Gabe. ¿Cómo que quieres ver a tus hijos? ¿Es que no has oído nada
de lo que he dicho? Eso es imposible. ¿Quieres que eche a perder tres años de
trabajo? ¿Quieres que todos recuerden súbitamente cómo perdieron a sus padres,
y que regrese su tristeza? ¿Deseas acaso que, cuando el resto de niños vean a
Andrew y Jason rencontrarse con su largo tiempo perdido padre, se despierten
sus celos, su envidia y estallen las riñas que con esmero he erradicado?
¡Jamás!
Ah,
veo que ahora te das cuenta… Sí, tío Gabe: estás encadenado. Me duele
profundamente tenerte atado como a un perro, pero entenderás que no pueda
dejarte suelto…
¿Cómo?
¿Me insultas? ¿Te atreves a insultarme, a mí, que he criado a tus hijos como si
fueran míos? ¿Ves? Ya te incorporas, rabioso y furibundo, ¿cómo esperas que
tolere ese comportamiento en nuestra comunidad? ¿Cómo demonios piensas que voy
a permitirte perturbar nuestra paz, arrebatarnos nuestra libertad…? Me duele
mucho, tío, me aflige tu reacción, y más aún me entristece lo que me veo
obligado a hacer para defender a mis niños, teniendo en cuenta la odisea que
habrás vivido para llegar hasta aquí y encontrarnos. Cálmate: los niños están
bien. Solo quiero que entiendas todo lo que te he explicado, tío Gabe, porque
es por eso, por todo eso (y confío en que me perdones), por lo que tengo que
matarte.
Me ha llamado la atención lo de que la historia se cuente a modo de diálogo. ¿Has leído algo antes donde se emplee esta técnica?
ResponderEliminarLo cierto es que no recuerdo haber leído nada parecido. Sencillamente se me ocurrió escribir el relato de forma que todo lo que aprendiéramos de la historia lo supiéramos por boca de uno de los personajes, como si nosotros fuéramos una especie de fantasma y estuviéramos allí, en medio de la conversación, sin saber muy bien qué pasa. Creo que eso extrema un poco el suspense, esa sensación desagradable de no tener ni idea de lo que va la historia ni quiénes son los personajes ni a dónde nos llevará todo esto.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarA mí la técnica me ha recordado a una de las cosas que escribiste en Mollina (no me acuerdo de qué iba, pero me llamó mucho la atención que estuviera escrito en 2ª persona). Es verdad que genera intriga, ¡el final es genial! La parte en la que quieren que el protagonista sea su rey y el final me han hecho pensar en la discusión que tuvisteis en la entrada de Paula sobre ideologías; en principio es un nuevo sistema y promete ser mejor, pero pronto degenera en algo parecido a una dictadura. Me ha encantado el relato, aunque sea corto deja entrever muchas cosas interesantes :D
EliminarCreo que sé que relato es el que te refieres, pero yo tampoco me acuerdo del título x D...
EliminarRespecto a lo del prota del relato, se supone que "sus niños" quieren hacerlo rey, pero él lo rechaza. Dentro de su comunidad es todo lo contrario a un dictador, ya que defiende el hecho de que los niños se independicen y se emancipen de él, para que no tengan que depender de nadie; pero de cara al exterior, el prota se vuelve xenófobo y maquiavélico, sin escrúpulos, precisamente para "defender" la libertad de su comunidad. Lo que quería reflejar en mi relato (y esto va incluso en contra de mi propio pensamiento porque yo soy casi anarquista) es que a veces el ser demasiado liberal o antiautoritario te obliga a hacer cosas no del todo... correctas.
Como su tío viene en busca de sus primos, y ni la autoridad ni los padres tienen cabida en su nuevo sistema (recordad que, en relación con el tema filosófico, Platón abogaba por la desaparición de la familia y de la figura paterna dentro de su ideal político) el "fundador" (llamemos así al prota) decide ocultar al resto de la comunidad la presencia del padre, quitándolo de en medio por su cuenta...
El nuevo mundo parece prometedor, y en cierto modo, todos los que integran la comunidad de los "niños perdidos" (estilo Peter Pan) son libres, pero el sistema que han creado les obliga, como decíamos antes, a ser xenófobos para "defender" su libertad, ya que todo lo extraño es susceptible de ser agresivo o autoritario.
Verdaderamente, no sé bien que habría hecho yo en la situación del fundador. Afortunadamente, sólo es un relato de suspense, nada más.
Pues yo lo veo dictador en el sentido en que modela la sociedad que ha creado a su gusto, y deja fuera a su tío porque no tiene cabida en el sistema a pesar de que tenga que mantenerlo prisionero para ello. Supongo que el problema que tienen las utopías es que no se pueden mantener durante mucho tiempo, y en el fondo necesitas una sociedad muy limitada y homogénea para que funcione. Podríamos darle muchas vueltas.
EliminarMe ha hecho gracia el eufemismo "no del todo... correctas" jajaja Menos mal que solo es ficción (muy buena, eso sí)
Estoy de acuerdo con lo de la sociedad limitada y homogénea. Pero en una sociedad limitada (muy muy limitada) y homogénea la dictadura es inocua porque todo el mundo piensa igual y tiene los mismo intereses. Como tú has dicho, los problemas empiezan cuando el gobierno dictatorial abarca a más personas, más súbditos muy distintos entre sí. Entonces es cuando estalla el conflicto.
EliminarMás de acuerdo contigo no puedo estar.
WUALA!
ResponderEliminarUn buen WUALA! lo dice todo ; D
EliminarGracias ^__^